Miro para atrás y me doy cuenta que he visitado y observado más de 15 escuelas. Y en realidad aunque la mayoría se consideran en parte totalmente escuelas Montessori, todas son diferentes; hay escuelas en el campo, pequeños pueblos y en la ciudad; hay escuelas pequeñas, de un salón por etapa y otras muy grandes, hasta de 4 salones por etapa; hay escuelas incorporadas a la SEP ( secretaría de educación pública) y otras que no; hay escuelas que cuentas con grandes recursos y otras que se las ingenian para llegar a fin de mes; hay escuelas donde las decisiones las toma el director o directora y otras en las que las toman en grupo, etc.
Pero además de esta gran diversidad, una de las cosas que más me ha llamado la atención ha sido cuando, en una misma escuela, en salones similares, el ambiente que se respira en cada uno de ellos es completamente diferente. Y ahí me pregunto “¿Por qué?” en principio los materiales son los mismos y las guías conocen las mismas presentaciones. Es verdad que el grupo de niños es diferente, pero “¿Es eso lo que marca la diferencia?”
Cada adulto que acompaña a los niños, crea su ambiente; pero no solamente prepara y coloca los materiales, sino que también es la guardiana y creadora de todo lo que pasa. Y en esto cada una somos diferentes y esta individualidad se emana por cada poro de nuestro ser:
¿A qué damos importancia?¿Y a qué no?¿Y cómo lo expresamos esto?
¿Cómo nos enfrentamos a las dificultades?¿Y a los conflictos?
¿Qué límites son importantes para nosotros?¿Cómo ponemos estos límites?
¿Qué cosas nos enfadan?¿Y cómo manejamos estos enfados?
¿Hasta qué punto creemos que hay una sola manera de hacer las cosas?¿O hay diversas maneras?
¿Cómo de importante es para nosotras tener todo bajo control?¿Estamos abiertas a la improvisación? o tal vez al contrario ¿Somos todo improvisación?
¿Y como es nuestra estructura y orden interior que se refleja hacia afuera?
¿Qué nos preocupa, dentro y fuera del ambiente?
¿Qué expectativas personales tenemos?¿Y qué expectativas de otros tenemos?
¿Cuánto confiamos en los niños? o al contrario ¿Creemos que hay que enseñarles y resolver las situaciones a las que se enfrentan?
¿Cómo es nuestro sentido del humor?¿Qué nos divierte?¿ Reimos con facilidad o tenemos una actitud seria?
¿Cómo de importantes son los sentimientos de los niños para nosotras?¿Y cómo expresamos esa importancia?
¿Qué importancia damos al trabajo de los niños?¿Y a la creatividad y actividades artísticas?
y otro montón de preguntas, que aunque no se hable de ellas, las mostramos en cada uno de nuestros actos, porque es parte de cómo entendemos este mundo, cómo nos enfrentamos a las situaciones que la vida nos da, cómo las resolvemos o nos escondemos… y todo esto lo mostramos de manera no verbal, por nuestras acciones, por la manera de estar… pero aunque no sea verbal, ahí está presente y crea la diferencia entre un ambiente y otro…
¿Y será todo esto, la razón por la que los perros se parecen tanto a los dueños?¿Porque ellos perciben, qué nos pone alegres, qué nos enfada, qué es importante para nosotros, etc.? Interesante debate…
No creo que estas preguntas tengan una respuesta correcta y otra equivocada; pero al darme cuenta de la gran influencia que tiene la guía en el ambiente, si me doy cuenta que acompañar a niños es una gran responsabilidad. Y esto solo me lleva a una autoobservación constante, y a darme cuenta de cómo hago las cosas; y esto me hace crecer cómo persona. Eso sí, todo este proceso solo lo puede hacer una misma, no hay nadie que lo pueda hacer por una.
Y para cerrar una frase de María Montessori sobre la guía
En vez de aprender a explicar ha de aprender el silencio;
En vez de enseñar, debe observar;
En vez de la dignidad orgullosa de que quería vestirse para parecer infalible, ha de revestirse de humildad.María Montessori
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