Y ya hay otro post en el que cuento cómo un apasionado de la huerta transmite la pasión, de la misma forma que de una semilla se pueden sacar cientos o miles de semillas nuevas.
Pero necesito contar algo que me pasó hace un par de meses. Fui a un encuentro Montessori en Madrid; era algo pequeño que permitía hablar con cada uno de los que estaban allí. Así que hablando hablando conocí a las chicas de www.unaeducaciondiferente.com y al contar que veníamos de Alavida se emocionaron. Nos contaron que vinieron a un día de puertas abiertas y al escuchar la historia del viaje a Tarifa, se inspiraron para hacer un proyecto muy lindo con los niños con los que trabajaban.
Hace unos tres años, mientras yo trabajaba en Alavida, varios niños de entre 8 y 11 años comentaron que querían ir a Tarifa a ver cetáceos. En un primero momento no sabíamos qué era lo que realmente querían, pero les dijimos que si querían eso, al ser un gran viaje tendríamos qué hacer algo para sacar dinero. Pensamos que si estaban dispuestos a hacer eso, de verdad estaban interesados en el viaje. ¡ Y si que lo estaban! A partir de ese momento, fue una reunión semanal primero para decidir qué podríamos hacer para ganar dinero para poder financiar el viaje. Hasta entonces habíamos hecho artesanías y las habían vendido en las fiestas, por lo que además de proponer hacer un puesto surgieron ideas muy originales, como llevar la cama elástica al pueblo e invitar a que saltaran en ella a cambio de dinero. La propuesta que se aceptó fue preparar una comida para nuestro amigos y familiares. A partir de ese momento los debates fueron en torno a qué menú haríamos, así que una vez decidido (pasta con tomate y txistorra ¡Cómo no! y kebabs) empezaron las pruebas de cocina y los cálculos de cantidades. A la vez se hicieron entradas de manera que en seguida supimos que era una comida para unas 60 personas. Tengo que reconocer que en ese momento hasta yo misma me asusté; yo en la vida había cocinado para tanta gente ¿ Cómo lo iban a hacer los niños? Una olla para 60, pasta para 60, platos, vasos , mesas , cubiertos y sillas para 60…. y sobre todo tener el trabajo muy organizado para que cada uno de los 6 niños impicados supieran qué hacer en cada momento. Llegó el día y lo hicimos, mientras unos cocinaban otros servían y luego cambiaban los turnos, y en resumidas cuentas ¡Fue un éxito! Todos se fueron encantados de haber pasado un día genial en un entorno maravilloso, comiendo una comida riquísima cocinada y organizada por los niños. Y los niños por supuesto ¡Orgullosísimos de su trabajo!
Ahí empezó la segunda fase del proyecto; preparar el viaje. Teníamos que decidir, cómo ir , a dónde ir, cuánto costaba y de ahí cuánto se había sacado con la comida y cuánto tenían que aportar las familias, hasta qué comeríamos esos días y quien lo cocinaría. Fue un verdadero trabajo de toma de decisiones, llegar a acuerdos, resolver conflictos y cálculos matemáticos. Pero sobre todo fue un trabajo de autonomía de cada uno de ellos. Recuerdo cuando planteábamos qué comeríamos esos días, habían niños que decían que no sabían qué les iba apetecer desayunar ese día, pensando que la nevera estaría llena como en su casa.
La tercera fase fue el viaje; desde preparar la maleta, hasta el viaje en tren, organizarnos en la casa, la convivencia entre todos, pensar qué haríamos esos días, y ¡Cómo no el viaje en barco para ver cetáceos! Fueron 4 días de viaje intenso en el que cada momento había cosas que aprender y sin lugar a dudas a la vuelta de ese viaje todos habíamos cambiado, habíamos madurado de alguna manera; yo incluida que me traje unos mensajes personales importantísimos. Todo un proceso que duró unos 4 meses.
No sé si todo esto lo contamos así… o algo parecido aquel día de puertas abiertas. Pero estas chicas al escucharlo, se dieron cuenta de la autonomía que pueden tener los niños, así que en seguida detectaron un interés por el Quijote en su grupo de educación infantil. Dice que entonces realizaron todo tipo de actividades relacionadas con esto, basadas en decisiones tomadas por ellos; desde hacer y vender rosquillas, hasta leer y representar el Quijote disfrazados, o ir de excursión a visitar los molinos de viento. Cuentan que a medida que los niños tomaban decisiones y se hacían cargo del proyecto el interés de los niños crecía ( seguro que ellas os lo contarían con más detalles) y que hasta al pasar los años esos niños seguían recordando pasajes del Quijote.
Cuando decidimos escuchar a los niños con su proyecto de viaje, nunca pensé que a los años me contarían la repercusión que tuvo aquel viaje; cómo inspiró a otras personas. Nosotras solo hicimos lo que creíamos que teníamos que hacer y eso, otra vez como las semillas, se sembró en otra gente.
Así que al igual que en todo este tiempo de viaje, mucha gente me ha inspirado, mis acciones también pueden inspirar a otros, aunque no las hagamos por eso, ni crea que puedan repercutir así.
Así que invito a cada uno de ustedes a que hagan lo que crean que tienen que hacer, lo mejor en este momento, porque nunca se sabe a qué o a quién le puede inspirar.
¡Qué este 2015 esté lleno de esos momentos que nos apasionan! ¡Y que tal vez apasionen a otros!
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